
Toxina Botulínica para el Bruxismo
Una de las situaciones donde se aplica la toxina botulínica es el “bruxismo”, es decir, apretar los dientes. Aunque la mayoría de las personas no lo notan, el rechinar de dientes puede ocurrir durante el día o durante el sueño debido al estrés. Esto daña la articulación de la mandíbula con el tiempo y también causa dolor y dolores de cabeza en la articulación de la mandíbula durante el día.
Debido al uso frecuente del músculo masetero al apretar los dientes, se produce hipertrofia muscular, es decir, crecimiento y esto hace que las mejillas parezcan más hinchadas de lo que están. Esta aplicación previene el problema de apretar los dientes. La aplicación de la toxina a intervalos regulares reduce la hipertrofia en esa zona y hace que el rostro parezca más delgado.
¿En qué intervalos se aplica la toxina botulínica en el músculo masetero?
Se puede realizar cada 3-4 meses, dependiendo del grado del problema de bruxismo de la persona.
¿Hay algún daño en este procedimiento?
No hay ningún daño si los médicos expertos lo aplican correctamente. Por el contrario, no prevenir el problema del bruxismo provocará daños en la articulación de la mandíbula y en los dientes en el futuro.
¿Cuáles son las situaciones que impiden o ponen en riesgo la aplicación de la toxina botulínica?
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Infecciones agudas, crónicas y sepsis.
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Enfermedades neuromusculares (miastenia gravis, síndrome de Eaton Lambert)
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Embarazo y periodo de lactancia
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Personas con trastornos psicológicos/psiquiátricos activos
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Personas con expectativas anormales
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Uso de fármacos que suponen riesgo de interacción farmacológica (aminoglucósidos, gentamicina), relajantes musculares, bloqueadores no despolarizantes tipo curare, ciclosporina, quinidina, d-penicilamina, sulfato de magnesio, cloroquina-hidroxicloroquina)
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Alergia conocida a alguna de las sustancias a aplicar
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Infección en el sitio de aplicación
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Presencia de cáncer o estar recibiendo tratamientos de quimioterapia.
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Aquellos que tienen una enfermedad que inhibe el sistema inmunológico o usan medicamentos inmunosupresores.
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Personas con enfermedades autoinmunes graves, insuficiencia orgánica o enfermedades sistémicas
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Disfunciones plaquetarias anormales (enfermedades de la sangre; trastornos circulatorios, hipofibrinogenemia, trombocitopenia crítica)